sábado, 24 de octubre de 2009

Obras autobiográficas

Todo gran realizador de cine en mayor o en menor medida filtra elementos de su propia vida para darle luz a su obra, y quizás también para entenderse a sí mismo. Salvo quizás en la parte de entenderse a sí mismo, Paul Bowlrosa no fue excepción a este principio general y no dudó jamás en utilizar sus vivencias personales en sus filmes. Sus críticos más acérrimos opinan que este recurso ha sido sobreexplotado por el cineasta polaco para cubrir su “total falta de creatividad”. Dichos críticos no comprenden que cualquier fuente es válida para forjar una obra maestra. En especial considerando la sutileza con la que Bowlrosa puede acudir a este recurso.

La primera obra de este tenor corresponde al período más temprano de Bowlrosa (el período “rosa”), recién llegado a París. La película se tituló “Me dejó mi novia”, y trata sobre un cineasta llamado Paul, de origen polaco, que es dejado por su novia parisina. Este último detalle no es trivial. Muchos críticos ven un relato de trazo grueso de la relación de Paul Bowlrosa con la inglesa Madelaine Smith al llegar éste de Polonia. La obra se separa completamente del relato de la vida real, puesto que en la película la novia es parisina y se llama Magdalaine Croissant (interpretada solventemente por una joven Vivienne Larousse).

En la película “La rue tourné” (1996), Bowlrosa retrata un triángulo amoroso entre un ciclista italiano llegado a Francia para competir en el Tour de France que se disputa el amor de una turista americana con un pueblerino ciclista de los Pirineos. El aspecto autobiográfico de esta película es un tanto sutil: es cierto que Bowlrosa aspiró al corazón de una turista americana que estaba interesada en un ciclista de los Pirineos. El polaco ni siquiera se animó a competir por el amor de la turista, puesto que, como todos sabemos, Paul Bowlrosa es extremadamente sedentario y el único deporte que practica es hacer anillos con el humo de los puros que fuma constantemente. Esto sucedió mientras Bowlrosa documentaba el Tour de France.

Cierta vez, en ocasión de estar pescando en el Mediterráneo, Bowlrosa se entusiasmó al creer capturar una presa de gran porte. Después de forcejear durante una hora, el cineasta descubrió que lo que en realidad había capturado era uno de los buzos del afamado Jacques Custeau, a quien conoció personalmente cuando fue a reclamar su buzo perdido. El diálogo fue más o menos así:

CUSTEAU: ¿Usted tiene mi buzo?
BOWLROSA: No, yo tengo un sobretodo. Me afecta el viento marino. [Risas de ambos].

Así fue como nació su ya famosísima “Veintemil francos por buzo submarino”, una auténtica odisea en el fondo del mar. Mimí Plumette hace una actuación especial en este filme, en una memorable escena en la que sale de una concha marina como una Venus de Boticcelli que anima una taberna submarina frecuentada por tritones, buzos y otros seres de mar. Esta escena fue particularmente difícil, puesto que Plummete debió coordinar con el Ballet Acuático de Sidney a pesar de su conocida dificultad para respirar bajo el agua.

No debe juzgarse a estos filmes de forma aislada, sino dentro del contexto de la obra entera de Bowlrosa; dentro de la cual podemos considerar al recurso autobiográfico como una herramienta más que nutre su espíritu siempre innovador y creativo.