miércoles, 17 de febrero de 2010

El otro yo

En “El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde”, Stevenson relata la transformación de un hombre de bien en un ser abominable. No ha sido el único en emplear este recurso, y así tenemos a Divito con “el otro yo del Doctor Merengue” y al verde monstruo llamado Hulk de Stan Lee.

En otros casos, el otro yo es un héroe: así Peter Parker es aún más bueno. Superman se pone un traje de periodista para fingir cobardía y debilidad. Tarantino sostiene que este último es el único caso en el que la “persona” en sí es una farsa para encajar socialmente.

Quizás toda alma humana más o menos corriente se pueda dividir en dos mitades antagónicas que luchan permanentemente por el poder. Generalmente la mitad predominante es la más ajustada socialmente, y es la que asociamos a veces con el bien y principalmente la mesura.

Paul Bowlrosa, el genial cineasta polaco, ha explorado este tema en varias de sus más de 700 obras fílmicas (este número es eternamente discutido por sus seguidores).

“El otro yo del Señor Lazure” (1980). Paul Bowlrosa decide aprender finalmente francés (a pesar de haber estado viviendo y trabajando en París desde 1950). El libro de lectura empleado en la clase es “Espaces” (Editorial Hachette), en el cual por medio de una historieta muy rudimentaria se introduce a los estudiantes en las situaciones básicas del idioma francés. El protagonista de la historieta es un tal Thierry Lazure, un verdadero pelele que conoce a diversos y grises personajes franceses mientras hace ciclismo por el bosque de Boulogne. Todos los episodios transcurren en la más asquerosa cordialidad, punto que irritó particularmente a Bowlrosa. Así es que el cineasta concibió esta película en la que de día el Señor Lazure vive las idioteces bonachonas relatadas en el libro de lectura, y por las noches es un motociclista que huye de la ley y se somete gustoso a sus más viles y bajos impulsos, tales como pisar a las viejas que en horarios de oficina ayudaba a cruzar la calle y violar salvajemente a las señoritas con las que conversaba con timidez a la luz del sol. La obra nunca se pudo estrenar oficialmente debido a una demanda por difamación de la Editorial Hachette. Sólo se consiguen copias pirata por Internet.

“El infierno en vida” (2000) y “El Ejecutivo” (2001). Bowlrosa se va por una temporada a España de vacaciones por un pico de stress y termina trenzándose en un pleito que aún hoy continúa en la Corte de la Haya por un servicio de banda ancha que contrató con la empresa Telefónica que nunca la fue instalado según las condiciones prometidas.

En “El infierno en vida”, Bowlrosa relata la vida de un fiel operario de Telefónica que por las noches se dedica a destruir a la empresa desde adentro.

En “El Ejecutivo”, se cuenta la historia de un alto ejecutivo de Telefónica que es un modelo en ese contexto: toma las decisiones más ruines y perjudiciales para los usuarios en pos de cualquier ganancia por pequeña y marginal que ésta sea. Maldición gitana mediante, las noches de luna llena pierde el control e irrumpe en las oficinas deshaciendo todas las maldades que su personalidad normal perpetra diariamente. El tener que deshacer todas las bondades mensuales lentamente lo va llevando a la locura y finalmente al suicidio.

Quizás los monstruos no sean tales. Swedenborg en algún momento postuló que el destino final de un alma (cielo o infierno) depende de las amistades que uno prefiera después de la muerte. Así los malvados van al infierno porque prefieren la compañía de demonios y depravados, y desde su punto de vista es un paraíso. El verdadero infierno, pues, es que buenos y malos estén mezclados, y eso no es ni más ni menos que la Tierra. Es de la mano de un artista como Bowlrosa que exploramos estos rincones de la humanidad.