jueves, 29 de enero de 2009

Estimado Señor Editor

(Le acabo de enviar esta crónica de mi mañana de hoy al editor del diario El Día)

Estimado Señor Editor,
    Le escribo para relatarle un episodio sucedido hoy jueves 29 de enero de 2009 por la mañana.
Mientras me dirigía en bicicleta a una reunión, a las 9:45 aproximadamente me encontré con un muchacho de unos veinte años tirado en la calle casi en la puerta del colegio Tomás Espora (plaza Alsina). Al ver que el joven no reaccionaba, llamé por celular al 911. Supongamos que esta llamada haya sido a las 9:50. Dejé mis datos y se me dijo que se enviaría un móvil. Algunos vecinos se acercaron. Pasó un patrullero por calle 1, pero no reparó en nuestras señas y siguió de largo en dirección a Tolosa. A las 10 llamé otra vez al 911 donde me tomaron nuevamente mis datos y el reclamo. Al preguntar por una ambulancia se me informó que de ellos no dependía ese servicio, lo cual poco importa puesto que el patrullero que sí controlan no aparecía.
Una vecina nos comentó que el muchacho frecuenta el barrio y que es epiléptico. La noche anterior se habría descompuesto y este sería otro ataque. Afortunadamente sí respiraba. Continué mi camino sólo después de asegurarme de que se quedara alguien con el joven hasta que apareciera algún móvil. Un empleado de la casa de pastas vecina a la escuela tuvo esa gentileza. Supongo que no serían más que las 10:05. Mi trayecto cubrió toda diagonal 74 hasta Plaza Moreno, y mi intención era avisar en persona al primer patrullero u oficial que me encontrara. Lamento informar que recién me crucé con un móvil a las 10:14 en diagonal 74 y 46: a más de un kilómetro y medio del hecho, y a los oficiales no pareció apurarlos mucho mi informe.
Al volver a casa pasé por el negocio de pastas y el dueño me informó que unos cinco minutos después de mi partida apareció un patrullero y luego una ambulancia que trasladó al muchacho a un hospital. Esto da un total de unos 20 (veinte) minutos en que el joven estuvo tirado en la calle sin respuesta de las autoridades, con dos llamados al 911 de por medio. Ahora yo me formulo las siguientes preguntas:

1) ¿Cómo estará ahora este muchacho?
2) ¿Por qué la demora en la respuesta? El joven podría haber tenido una herida de gravedad y en ese tiempo se le podría haber ido la vida en una calle.
3) Ignoro cuánto tiempo había estado el joven tirado en la calle antes de que yo me lo encontrara. Esa es una plaza con mucho tránsito, particularmente a esa hora. ¿A los señores automovilistas no les parece “inusual” alguien tirado al costado de la calle? No puedo pretender que se detengan, pero para ellos un llamado a emergencias les requiere lo mismo que a mí: tocar 4 botones en el celular. ¿Qué resorte empático se nos oxida cuando manejamos un auto?

Ahora que ya me formulé las preguntas sobre la urgencia de vida o muerte, que es lo primordial en el caso en cuestión, puedo también preguntarme lo siguiente en un orden más general:

4) ¿Cuál es la verdadera doctrina oficial de seguridad imperante? Todas las noches vemos grandes despliegues policiales en nuestras calles con el fin de controlar que los papeles de los autos estén en orden, so pena de confiscación. Eso no me parece en sí censurable, pero no puedo evitar pensar en lo absurdo de la falta de respuesta en este caso que es órdenes de magnitud más urgente.
5) ¿Es entonces la policía un órgano de seguridad para la sociedad o sólo un actor teatral cuyo único papel hoy día es el de verdugo ejecutor del fisco?

Espero por su intermedio al menos tener una respuesta a la pregunta 1. Muy a mi pesar, no creo que ni usted ni yo podamos aclarar las demás.

Atentamente,

[etc.]

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