domingo, 6 de julio de 2008

Adiós, Edmund

La escena es en un miserable y congelado departamento en la Rusia estalinista. Edmund Saint Poggè bebe un vaso tras otro de vodka mientras espera a Kristine Ghulí.

[Entra Kristine. Va directamente al pequeño brasero a buscar calor]

EDMUND: (Con violencia) Era hora, perra inmunda.

KRISTINE: (Cuenta hasta diez) Hola, Edmund. ¿Cómo estás?

EDMUND: Gracias, muchas gracias.

KRISTINE: Hoy me sacaron el último diente, así que hay promoción "felaciones sin rayas".

EDMUND: ¿Qué diente?

KRISTINE: El colmillo. El último diente propio que me quedaba. El que decías que te raspaba todo el pene, amor.

EDMUND: Ah, ¡fantástico! estás desdentada.

KRISTINE: Sí, finalmente tu violencia se cobró la última víctima… mi último diente. (Con lágrimas en los ojos) Me lo bajaste a golpes, ¡cerdo!

EDMUND: Te lo merecías, ¡zorra ingrata!

KRISTINE: Tú bien sabes que sólo troto las calles para traer dinero a casa.

EDMUND: Y sabes bien que no quiero que vengas llena de humores de otros.

KRISTINE: No puedo evitarlo. Tú sabes que mi gracia es tragar hasta la última gota. Sin ello no soy nada.

EDMUND: ¡Cerda! ¡Sólo piensas en ti y en tu nutrición láctea!

KRISTINE: Si tú no te jugaras todo en las carreras de ratas podríamos vivir dignamente.

EDMUND: No metáis a las ratas en esto, ¡mamut maloliente!

KRISTINE: ¿Qué nos pasó Edmund? Antes estábamos tan enamorados... Me prometiste que el mundo estaría a mis pies.

EDMUND: ¡Pasa que me cansé de sacarte las bragas y encontrarme con una catarata de lechosidad ajena!

KRISTINE: Debemos cortar con este círculo vicioso. ¡Deja las carreras de ratas y yo prometo felar la mitad! Dejarlo completamente si te pones sobrio y consigues un trabajo.

EDMUND: Bueno, sólo apostare a los caracoles.

KRISTINE: Quiero que sólo seas tú el que me llene el útero de lechosidad. Aunque sea de salsa golf, si no te es posible.

EDMUND: Sabes que no me es posible, que no tengo penosidad desde que aquella prensa de grabado fue girada con distracción.

KRISTINE: ¡No seas ingrato! Bien sabes que comimos por meses con lo que sacamos por esa litografía.

EDMUND: Pero los 35 kilos de patatas que nos dieron por ese grabado no me hicieron feliz.

KRISTINE: Antes te gustaba el comunismo. Ahora estás en contra de Stalin.

EDMUND: Ahora me gustan Sartre y Hitler.

KRISTINE: "Haremos arte en Rusia, nena", me dijiste, “llevaremos el arte a las masas, y tú serás mi musa”. Luego resulta que se te aprieta un poco con la prensa ese colgajo que llamas pene y te disgusta que el Kremlin nos premie por ello con patatas socialistas.

EDMUND: ¡Niet! Esas patatas estaban rancias, y además las habían cultivado unos cerdos judíos.

KRISTINE: ¡Rancio está tu arte! No haces un sólo dibujo desde que bebes. Y yo debo prostituírme en la Plaza Roja... ¡si mi familia me viera! Yo, ¡que fui a los mejores colegios de París! Yo, que desoyendo los consejos de mis amistades lo dejé todo para escaparme a la Rusia comunista con mi amado Edmund.

EDMUND: ¡¿Con qué voy a dibujar?! Si desde que la agujereadora hidráulica me cercenó los brazos de cuajo no puedo ni tocarme el ano.

KRISTINE: ¡Pues dibuja con el ano si es necesario!

EDMUND: ¡Pero si sabes bien que un ano contra natura no sirve para dibujar!

KRISTINE: Estoy harta de vender mi cuerpo a los soldados de la Guardia Roja por unos pocos rublos en plena plaza.

EDMUND: ¡Lo único que te importa es mi tronco!

KRISTINE: Sólo me importa que seamos felices. Oh, Edmund... ¡hazme tuya como entes! Como cuando yo era una colegiala en el "Notre Dame du Fromage" y nos enseñabas dibujo artístico.

EDMUND: Bueno, pues entonces hazme upa, ¿cómo quieres, si apenas te llego a las rodillas sin mis piernas?

KRISTINE: Que irónico el destino. Pensar que yo tenía apenas 6 años cuando tú me hacías exactamente lo mismo. Decías que mi altura era ideal para besar tu "lápiz gordo de la alegría".

EDMUND: Sí, pero desde que estoy con el pulmotor ya no puedo hacer eso, lo siento.

KRISTINE: ¡Se acabó! No puedo más. Esta situación me ahoga. Me voy, Edmund.

EDMUND: (Llorando) ¡¿No puedes ver nada bello en mí?! ¡¿Es eso?! ¡Ya no te gusto!

KRISTINE: Ahora te veo con los ojos abiertos a la realidad. He conocido a un prometedor bailarín del Bolshoi. Se llama Pietr Kolhoma. Sólo tiene setenta años y está en pleno ascenso.

EDMUND: Ah, creo conocerlo. Era parte del elenco de "Petrushka Putiten".

KRISTINE: El mismo. Me prometió recorrer el mundo, amarme y hacerme un arco de madera.

EDMUND: Sí, eso mismo le prometió a mi sobrina, y ahora es una burguesa.

KRISTINE: Prefiero comer una hamburguesa que escuchar tus tonterías y a tu pulmotor. Otros maridos en pulmotores se las ingenian para mantener contentas a sus esposas, pero tú no.

EDMUND: ¡Pues espero que te indigestes con la ketchup! Tú insististe en comprar este pulmotor que funciona al ritmo de esta nueva música… el fox-trot.

KRISTINE: Adiós, Edmund. Me voy con Pietr. Me espera con su blanco tutú.

EDMUND: Ve, lo nuestro no puede ser. (Con despecho) Debes saber que la señora que me limpia las heces todas las mañanas me ama más que tú.

KRISTINE: ¡JAJAJAJA! ¡Idiota! Le pago para que te diga eso.

[Edmund llora]

KRISTINE: Otra farsa más, como toda tu vida.

EDMUND: ¿Y lo del señor que me hacia la fisioterapia en los músculos de la cara también? ¿Él no me quería?

KRISTINE: Vomitaba del asco que le provocabas ni bien salía a la calle.

EDMUND: Eres una… una… ¡una puta!

KRISTINE: Vete a dibujar garabatos. Yo me voy con un artista de verdad.

EDMUND: Puedes hacerme el favor de cerrarme y abrirme los ojos; se me están secando.

KRISTINE: Lo siento. Grita. Quizás alguien se apiade de ti y te ayude.

EDMUND: ¡Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! Mi grito es sólo un murmullo. ¡Sabes bien que mi lengua se quemó en aquel incendio!

[Edmund tose]

KRISTINE: Lo siento, Edmund. Lo intenté.

EDMUND: Hazme un último favor...

KRISTINE: Sólo por el amor que alguna vez te tuve. ¿Cuál?

EDMUND: Mete mis pulmones por mi boca, he tosido fuerte.

[Kristine vuelve a poner los pulmones de Edmund en su lugar]

KRISTINE: Listo. ¿Algo más?

EDMUND: Sí... la peluca, se me ha caído.

KRISTINE: Te la dejo en el lavaplatos. Le hace falta un lavado.

EDMUND: Gracias.

KRISTINE: Adiós, Edmund.

EDMUND: Adiós, Kristusiska.

[Kristine sale]

FIN

 

Obra escrita en colaboración con mi amigo San Poggio, un tipo y artista plástico de la gran siete.

2 comentarios:

Marcos dijo...

espectacular, ya te lo dije. pa yorar de la risa

Nacho dijo...

Muy bueno, Bukowski es un poroto al lado de ustedes. Vayan por mas, que queremos mas!

un abrazo